Cerca de siete años después de que la Basílica de San Pedro anunciara con una nube de humo blanco el famoso Habemus Papa (fue elegido el 5 de abril de 2005), todavía muchos se refieren a Benedicto XVI como Joseph Ratinzger.
El prefecto para la Doctrina de la Fe, que fue bautizado Santo Padre un 19 de abril de 2005, ha roto un poco los falsos estigmas de su pasado con uno de los mayores escándalos que han sacudido a la Iglesia: los casos de sacerdotes pederastas.
La munición perfecta que algunos creyeron ver en estos escándalos para disparar contra el Papa se ha convertido en el primer muro que cae y deja al desnudo la realidad de Benedicto XVI, cuyo dogma de tolerancia cero ha obligado a muchos a tener que retractarse y reconocer su labor en contra de esta lacra.
Nada más ascender al Pontificado, se convirtió en el único juez que ha impuesto una condena a Marcial Maciel por los presuntos abusos a menores. Relegó al fundador de los Legionarios de Cristo fuera de Roma, le obligó a recluirse y le impuso una sentencia que ninguna Justicia Civil, tras sus investigaciones y denuncias, fue capaz de llevar a cabo.
Poco le importó el escándalo, que los medios de comunicación sacaron a relucir años más tarde. Porque Joseph Ratizger, Benedicto XVI, persigue por encima de todo la Verdad. Y por eso, tampoco ha tenido reparos en condenar públicamente lo ocurrido, en pedir perdón, y en dictar la tolerancia cero. Pero tampoco le ha temblado en pulso para señalar a aquellos que han intentando herir a la Iglesia con este escándalo.
Ahora, como Piedra de la Iglesia; durante décadas, como prefecto para la Doctrina de la Fe, y mucho antes; como un sencillo sacerdote, siempre ha buscado arrancar la mala hierba, para separarla del trigo.
Pero también sabe que la cosecha crece junta, y sólo cuando madura se pueden apartar los hierbajos para recoger el trigo. Por eso, nunca ha temido investigar, abrir vías de pensamiento, buscar la verdad, dejar que la cosecha madure hasta encontrar el trigo de la verdad. Como ocurre con su propia persona, esa gran desconocida.
Considerado una de las mentes más claras del mundo actual, el centenar de libros que tiene publicados son el mejor compendio del pensamiento de este alemán, nacido en Marktl am Inn el 16 de abril de 1927.
Bautizado como de Joseph Aloysius Ratzinger, era hijo de un comisario de gerdarmería, Joseph Ratzinger, y de un ama de casa que, antes de casarse, había trabajado como cocinera en algunos hoteles, María Rieger.
Con doce años, ingresó en el seminario menor de Saint Michael, en Traunstein, y apenas dos años después, fue obligado a participar en las juventudes hitlearianas, ya que se impuso tener el carnet para poder matricularse en el seminario.
En julio de 1943, como todos los alemanes mayores de 15 años, fue llamado a filas y le destinan como ayudante de la Luftwafe, primero, y después, a los servicios laborales de Burgenland, (Austria). Pocas semanas antes de la caída de Berlín, desertó y volvió a casa, donde fue hecho prisionero por los americanos, hasta su liberación, en junio de 1945.
Ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 por el Cardenal Michael von Faulhaber, uno de los grandes opositores al nazismo, su primer encargo fue ser vicario en la Parroquia de la Preciosísima Sangre de Múnich.
Pero, rápidamente, el intelecto de Joseph Ratinzger empezó a sembrar trigo en los campos de la Iglesia. Durante el Concilio Vaticano II, Pablo VI lo nombró perito para la tercera sesión del Concilio y participó en la constitución dogmática Lumen Gentium y en el decreto Ad Gentes.
Su combinación de razón y Fe le han convertido en uno de los adversarios más temidos en los debates teológicos dentro de la Iglesia Católica. Un ejemplo es su relación con Karl Rahner y Hans Küng, dos teólogos junto a quienes fundó la revista Concilium, tras Vaticano II.
Sin embargo, las posturas rupturistas de sus antiguos compañeros le llevan a marcharse y promover la alternativa Communio, donde los dogmas recuperan su papel protagonista. Más famoso ha sido su oposición a la Teología de la Liberación.
Estas batallas, como todas las que ha llevado a cabo en sus 60 años como sacerdote, se han basado en siempre en el equilibrio entre la Fé y la razón, un catalizador que ha defendido por encima de intereses o ventajas.
"La búsqueda de la verdad por parte del creyente se realiza confrontando la búsqueda de la Palabra proclamada y la búsqueda de la razón. De este modo, por una parte, la Fe se profundiza y purifica, y, por otra, el pensamiento también se enriquece, porque se le abren nuevos horizontes", ha señalado.
Sin embargo, la claridad con que defiende mover el pensamiento se ha convertido, en muchas ocasiones, en una arma que se ha utilizado en su contra. Carente del carisma de Juan Pablo II, libre de pensamiento, directo en la palabra y humilde en la reflexión, Benedicto XVI despierta más expectación de la que quisiera y su negaciaón a doblegarse ante la verdades del mundo actual, ni siquiera con los gestos, le han granjeado más de una crítica.
No obstante, por encima de las diferencias ideológicas, el Papa siempre pone por delante la dignidad y el respeto al ser humano. Un discurso que utiliza tanto para oponerse al aborto y a la clonación, como para abordar la homosexualidad.
"Ante todo debemos tener un gran respeto por las personas homosexuales, que sufren y que intentan encontrar un modo adecuado de vivir", dijo en una entrevista, cuando se le preguntó sobre el matrimonio homosexual. A lo que añadió: "Pero la forma jurídica de matrimonio homosexual, en realidad no les ayuda". Lo políticamente correcto queda fuera de sus prioridades.
Férreo defensor de la oración, ha tomado el testigo de Juan Pablo II en su inquietud por acercarse a los jóvenes, a quienes dijo: "los jóvenes debéis ir en pos de la verdad para ser verdaderamente libres". Para llegar a ellos, ha arrancado un movimiento dirigido a predicar el Evangelio a través de webs y los blogs.
Porque Benedicto XVI, el buscador de la verdad, no quiere ser el gran desconocido.
-- wwwformy vía Ipad
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