14 oct 2012

La última letra de los Zetas

Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, cayó el pasado domingo abatido a tiros en el Estado de Coahuila en una emboscada de la fuerzas de la Marina mexicana. 

El jefe de los Zetas, el segundo cartel de la droga en México, ha muerto así, a manos de militares, de los que tanto había aprendido. A principios de los 90, Lazcano había ingresado no ya en el Ejército —entonces bastante penetrado por el narco—, sino en las fuerzas especiales que le enseñaron a combatir y a sobrevivir en todo tipo de entornos. Incluso participó en el norte en un programa contra el narcotráfico.

Convertido en una máquina de matar, se salió de las fuerzas armadas, y al frente de una treintena de otros exmilitares se integró en el cartel del Golfo de Osiel Cárdenas, el Mata Amigos, de quien tanto sadismo y violencia se debió contaminar, y cuyo relevo tomó tras su detención y la muerte de su lugarteniente.

El Lazca transformó el narcotráfico en mucho más, en un nuevo modelo de negocio y de violencia, con su sistema de extorsión utilizando bandas locales a las que, naturalmente, protegía. ¿Frente a quién? Pues, para empezar, frente a él mismo y a sus Zetas con los que instauró un régimen de terror, exhibiendo a menudo lo que quedaba de sus víctimas. Tal es el miedo que infundían que mucha gente no se atreve a mencionar al cartel por su nombre, sino como “el de la última letra”.

El fin de Lazcano ha sido un éxito tardío para el presidente saliente, Felipe Calderón. Todos los que están en la lucha contra el narcotráfico saben que golpes así se deben al tesón, a la pericia, y también, a la suerte. Cuatro veces estuvo a punto El Lazca de caer. Seguramente lo que aprendió en el Ejército, le sirvió para escapar. Solo cayó a la quinta.

Con Lazcano no es seguro que los Zetas hayan escrito su última letra. Aunque ya se apunta el nombre de su sucesor, los cárteles suelen mutar cuando cae un líder de tanta fuerza. De momento, han querido mandar un mensaje claro de que siguen. Y la forma de hacerlo ha sido robando de la funeraria local el cadáver del capo, algo que no es tan inhabitual. No se entiende como lo dejaron bajo la mera custodia de fuerzas locales. Pero claro, una cosa es jugarse la vida para atraparlo, y otra bien distinta para defender sus despojos


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