Dentro de unos años, algún historiador, o novelista especializado en el género negro, quizá se plantee contar la historia del PP valenciano. Y algo es seguro, va a resultar prodigiosa. Será una fuente inagotable para ficciones criminales y series televisivas de máxima audiencia.
Porque no ha habido trama de corrupción política en las últimas dos décadas que no haya salpicado a esta 'fiilial' de la formación conservadora. Ni siquiera se han quedado al margen de las redes de blanqueo de dinero de la mafia china que acaba de poner al descubierto la operación 'Emperador'.
El asunto es singular, e inédito en la historia de las democracias desarrolladas, que más de un tercio de los diputados de un grupo parlamentario se encuentren imputados por distintas causas, todas ellas, por cierto, en fase de instrucción. El listado incluye el caso Gürtel, esa gran bomba de relojería preparada para devastar por completo a la derecha española en el mismo momento en que se produzca su explosión.
Y también otros de apariencia menor como la gestión de residuos de Torrevieja, la irregularidades en el Ayuntamiento de Ibi, los casos Brugal y Cooperación o las diferentes investigaciones judiciales que aún permanecen vivas en el entorno del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra.
Pero quizá la gota que colme el vaso sea esta relación recién descubierta entre el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) y el 'galerista' Gao Ping, presunto jefe de la red de blanqueo de dinero que implicaba a un poderoso entramado empresarial chino en España.
La sospecha, además, se cierne sobre 'viejos conocidos' de este controvertido grupo de políticos que, según suelen declarar sus ya célebres componentes, demostrará su inocencia a cualquier precio. Esta vez se trata de Consuelo Císcar la directora del IVAM, que es, a su vez, la esposa de Rafael Blasco, quien fuera portavoz parlamentario del PP en las Cortes valencianas que acaba de perder su puesto tras ser imputado por el 'caso Cooperación'.
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