Por otra parte, la anticipación del dolor hace que su intensidad aumente. Arne May, de la Universidad de Hamburgo, lo comprobó aplicando calor en el brazo de varios voluntarios durante seis días consecutivos. A la mitad de los sujetos les avisó de que el dolor se haría cada vez más intenso, y manifestaron experimentar la misma molestia cada día. El resto de los participantes, que no recibieron esta información pero se sometieron al mismo aumento del estímulo, curiosamente fueron sintiendo menos dolor a medida que transcurrían los días. A esto se suma que las palabras que usamos también pueden influir en la percepción del dolor. Por ejemplo, si describimos que el pinchazo de una vacuna va a ser “casi imperceptible” nuestro cerebro siente mucho menos dolor que si antes de aplicarla lo describimos como “horrible” o “desolador”, tal y como demostraba un reciente estudio alemán publicado en la revista Pain
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Fuente: MuyInteresante.es
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