2 nov 2012

Debate | La generación Erasmus, la última esperanza de Europa (Gazeta Wyborcza, Varsovia)

Hasta ahora, los sociólogos se han centrado en la denominada “generación perdida”. Los políticos se han mostrado cautos a la hora de utilizar esa expresión, hasta que el primer ministro italiano Mario Monti rompió la conspiración del silencio, diciéndoles a sus jóvenes compatriotas lo siguiente: “Sois una generación perdida”. O más concretamente, “La verdad, y por desgracia no es agradable, es que la promesa de esperanza, en términos de transformación y de mejora del sistema, será sólo para esos jóvenes que lleguen a la mayoría de edad en unos años”.

La canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro británico, David Cameron, podrían haber expuesto lo mismo, pero Monti ha sido el que ha allanado el camino. Esto significa que los líderes en breve empezarán a dar las “buenas noticias”, para que los jóvenes se vayan olvidando de la vida de la que han disfrutado sus padres. Hablemos sin rodeos: la culpa de la crisis actual en Europa la tienen las élites intelectuales y políticas. Son una generación de líderes que crecieron en un “palacio de cristal”.

Es curioso que no hayan sido ellos los artífices de la existencia entre algodones que han vivido, disfrutando de la prosperidad y la seguridad. Merkel y Cameron, al igual que el excanciller alemán Gerhard Schröder y el exprimer ministro británico Tony Blair antes que ellos, heredaron esta existencia de sus predecesores, que ha resultado ser únicamente una “cooperativa de consumo”, como lo define Zygmunt Bauman, ya que consumen los frutos del trabajo de otras personas y se deleitan con éxitos que no se pueden atribuir.

Europa fue creada y construida por una generación cuyo pasado trágico, encarnado por Auschwitz, ha sido una experiencia de vida. Los padres fundadores de la UE, Konrad Adenauer, Robert Schumann o Alcide De Gasperi, comprendieron que sólo trabajando juntos podrían construir algo duradero y positivo. La solidaridad europea demostró ser una bendición.

Las élites que gobiernan actualmente vivieron condiciones totalmente distintas, disfrutando de la seguridad, la paz y la mejora sistemática de los niveles de vida. Esto fue el resultado de la creación de un Estado del bienestar razonable. ¿Cómo es posible que, tras un éxito tan espectacular, Europa hoy esté sufriendo lo que quizás sea un fiasco igualmente espectacular? El motivo es la creencia de las élites actuales de que sencillamente heredaron la UE de sus predecesores, en lugar de haberla recibido como un préstamo para sus hijos. Por ello, la mentalidad y el espíritu de las personas que lideran hoy Europa se puede resumir así: “Disfrutemos de la vida al máximo, porque en breve de la UE sólo quedará el recuerdo”.

¿Cuál es el problema principal y más candente en la Europa de hoy? Lo vemos en las calles y las plazas de nuestras ciudades. “¡Tenemos derecho a votar, pero no tenemos trabajo!”, gritan los jóvenes desempleados. Tenemos una democracia, pero no tenemos ni pan ni casas. Una nueva clase social, "los precarios", está surgiendo ante nuestros ojos. ¿Qué clase de personas la integran? Guy Standing, autor de The Precariat: The New Dangerous Class [“Los precarios, la nueva clase peligrosa”, 2011, todavía no traducido en castellano] responde que prácticamente todo el mundo. Y en el núcleo se encuentran los jóvenes.

Y lo único que escuchan de sus líderes es que son una “generación perdida”, que la UE puede venirse abajo. Standing señala que los precarios sufren una serie de males: ira, desintegración social, ansiedad y alineación. El resultado de un clima social así es la “ciudadanía enfurecida” que vimos en acción en las calles londinenses en el verano de 2011. Son los “nuevos pobres” que no tienen nada en común con la indefensión de los sin techo. Una generación que se enfrenta a una perspectiva de vida de desempleo prolongado o de trabajos flexibles por debajo de sus cualificaciones y ambiciones. Esta situación genera ira y furia.

La pregunta a la que nos enfrentamos hoy es: ¿cómo podemos crear valentía a partir de esta furia? En primer lugar, no olvidemos que la valentía en el pensamiento se deriva de una visión valiente. Por lo tanto, digámoslo alto y claro: “No temamos a nuestro odio”. Tenemos derecho a sentirnos así, dada la situación. Pero con una condición: la ira, la sublevación y, en última instancia, el odio, no deben dirigirse contra otras personas. No debe dirigirse hacia el prójimo, porque entonces sería como derramar aceite sobre las llamas.

Convertiríamos el mundo en una completa pesadilla. El odio y la ira que sienten millones de jóvenes europeos hoy deben emplearse para luchar contra la indiferencia. Nuestro imperativo categórico es: “Odio mi indiferencia”. En segundo lugar, Claus Leggewie escribe en su famoso libro Mutt statt Wut [“Valentía en lugar de ira”], que los grandes cambios requieren “una iniciativa y una imaginación constructivas”. Entonces, ¿quién puede garantizar que las guías de la Europa unida no volverán a ser el egoísmo, sino la solidaridad, no la competencia letal, sino la colaboración y no el beneficio, sino el desarrollo sostenible?

Primero dejemos claro quiénes no lo harán en ningún caso, por motivos morales, intelectuales y espirituales. Se trata de los líderes de Europa. Esos que en los dos últimos años han estado salvando a la UE con tanto acierto que en breve puede que sólo quede su recuerdo. Los líderes no son la solución a los problemas de la Unión, sino su origen. Pedir a Merkel o a Hollande que nos saquen de la crisis actual es como pedir a una persona invidente que hable sobre la pintura impresionista.

Entonces ¿quién? Por absurdo que parezca, creo que la última esperanza de Europa es la generación Erasmus. Un proyecto que, a juzgar por lo que escuchamos de los eurócratas en Bruselas, es tan extravagante que puede desguazarse como parte de sus “medidas de austeridad”. Porque al fin y al cabo, ¿por qué debemos gastar el dinero de los contribuyentes en becas para los jóvenes europeos que, según se rumorea, se pasan la mayoría del tiempo divirtiéndose? Pero por otro lado, ¿las conferencias de los eurócratas, los debates y viajes de estudio, más los gastos de servicio correspondientes, todo ello financiado con nuestros impuestos, contribuyen más a la cohesión de la UE que financiar que los jóvenes puedan estudiar y vivir en otro país?

La generación Erasmus se enfrenta a un futuro de desempleo. Una generación que está viviendo una crisis de esperanza. Al mismo tiempo, ha crecido conociendo la diversidad de Europa por el contacto entre sus compañeros. Es una generación que, debido a su situación de desesperanza, comprende lo que el gran filósofo checo Jan Patocka denominaba la “solidaridad de los conmocionados”. Ese destino común significa que la generación Erasmus hoy sabe que el mundo tal y como lo conocemos está llegando a su fin. ¿Y qué está comenzando? El futuro está en nuestras manos. Ha llegado la hora de que la “generación perdida” empiece a construir una nueva Europa. Necesitamos una nueva política progresiva que no se base en la lógica del crecimiento, sino en una salida radical de ella. Hoy, los que son realmente libres no son los que dicen “más, más, más” (más compras, más crédito, más destrucción de la Madre Tierra), sino los que tienen la fuerza y la fe para decir “¡ya basta!”.

Miembros de la generación Erasmus, sé que no tenéis trabajo, que se os priva sistemáticamente de la esperanza de un futuro mejor, pero sois la última oportunidad de Europa. ¿Quién salvará a la UE si no sois vosotros? ¿Y cuándo, si no es hoy? Hacedlo por vosotros mismos y por vuestros hijos. El “sueño europeo” está en vuestras manos.


Fuente: PressEurop

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