Entre lágrimas, conmocionado, nervioso y portando en su mano derecha un Kalashnikov. Así se ve a un niño de 13 años en las imágenes que la agencia Afp ha conseguido y que han servido para demostrar que en la cruel guerra que se vive desde hace más de un año se usa a los niños como soldados tal y como ya aseguraba la ONU en un informe presentado hace unas semanas.
Las imágenes corresponden a un vídeo grabado durante los combates desarrollados el pasado mes de junio en la ciudad de Azzara y ha sido emitido por varias televisiones francesas.
En el vídeo se ve como el niño, con lágrimas en los ojos, y como aturdido es agarrado por un adulto que le lleva de un lado a otro mientras en sus manos sujeta el fusil.
Las imágenes, de extrema dureza, corresponden a la primera vez, desde que empezó la revuelta contra el régimen de Asad hace casi 16 meses, que un periodista consigue acceder a esta zona de la provincia de Homs, en el centro de Siria. Para llegar hasta aquí hay que sortear tres controles del ejército sirio que asedia la región y varios pueblos alauitas favorables al régimen situados cerca de la fortaleza.
Al amparo de la espesa niebla, las fuerzas leales al régimen intentan un incursión en el conocido como el Crac de los Caballeros, un punto estratégico de las revueltas. Ahmad, del Ejército Sirio Libre (ASL), la fuerza que agrupa a los desertores, muere al recibir dos balas en la cabeza de un francotirador leal a Asad.
Bajo los disparos, cinco compañeros de Ahmad, entre ellos su hermano, se llevan el cadáver de este padre de tres hijos hacia una camioneta. Un joven combatiente de 13 años con cara de niño, vestido con camiseta negra y un kalashnikov en la mano se acerca al cuerpo de su amigo y grita "¡Ahmad, Ahmad, Dios mío!" antes de ponerse a llorar y volver al combate.
Pocos minutos más tarde Ayham, el hermano de Ahmad, muere a su vez por una bala en la cabeza. Durante la batalla , morirán en total seis de los rebeldes que defendían el castillo.
En el pueblo turkmeno sunita de Azzara, una procesión acompaña ahora los dos cuerpos hasta el cementerio mientras la gente grita: "¡El pueblo quiere la caída del régimen!". Las esposas y las hermanas de los difuntos, vestidas de negro, acarician por última vez las caras llenas de sangre de los combatientes antes de que los entierren.
Los habitantes luchan con uñas y dientes porque son conscientes de que si cae esta región estratégica, que une Damasco, Homs y la costa mediterránea, estarán en manos del ejército del régimen. "Si perdemos nuestro castillo. nos pasará como a Baba Amr", dice Mohamad Al Masri, de 34 años, un ingeniero militar desertor. Se refiere al barrio de la ciudad de Homs que fue destruido por las bombas y que se quedó sin habitantes tras un mes de bombardeos.
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