9 oct 2012

Las maltratadas que son guapas son menos creíbles


En un estudio, un «jurado» restó credibilidad a una víctima por ser hermosa, ir bien vestida y tener un buen trabajo.
Dos mujeres son acusadas del asesinato de sus parejas, sendos maltratadores que las sometían a continuos sufrimientos. La primera era frágil, de aspecto deteriorado, madre de varios hijos y dependiente económicamente de su marido, mientras la segunda era una profesional sin hijos, guapa y bien vestida; 169 policías analizaron los casos como si fuesen jurados y consideraron inocente a la primera y culpable (o al menos más responsable) a la segunda.
Este ha sido el estudio realizado por Antonio Herrera, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, investigadores de la Universidad de Granada, que acaba de publicar la revista The European Journal of Psychology Applied to Legal Context. Los policías -hombres en un 90 %- se dividieron en dos grupos -cada colectivo analizó un solo caso- y los psicólogos les pidieron que pensasen que eran los jurados y contestasen a una serie de preguntas.

Del trabajo, dicen los psicólogos, se deducen varias cosas. La primera, y más importante, es que la sociedad (incluso las fuerzas de seguridad del Estado, que se supone tienen experiencia en este terreno) tiene una imagen de cómo ha de ser una mujer maltratada, a pesar de que no hay un perfil único para estas víctimas. «Los resultados -dicen los investigadores- mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad».

La segunda deducción es sobre el sexismo de los jurados. En este sentido, los que tenían mayores puntuaciones en sexismo hostil -machismo tradicional- eran los que mayor control de la situación otorgaban a la acusada. Y esto resulta muy interesante para los investigadores: «Nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género».


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