24 oct 2012

Urdangarin: 'Valencia va como un tiro, tienen pasta para aburrir y Camps es fácilmente entrable'


"Pocas veces una comida fue tan fructífera para tan pocos. Don Juan Carlos se subía por las paredes cuando se enteró del resultado de las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción en el otoño- invierno de 2011 [...] El monarca, que jamás tuvo arte ni parte en Nóos, se había limitado a hacer el típico favor de suegro. Y el yerno se lo devolvió así, protagonizando un escándalo de incalculables consecuencias".
De esta impactante manera acaba el séptimo capítulo, dedicado a la trama valenciana del caso Nóos, del libro 'Urdangarin: un conseguidor en la Corte del Rey Juan Carlos', editado por la Esfera de los Libros y a la venta desde ayer.
En este pasaje, los autores —los periodistas de EL MUNDO que destaparon el caso, Esteban Urreiztieta y Eduardo Inda— cuentan la encerrona en Zarzuela en la que, tras una comida con el rey, Urdangarin presentó su proyecto al entonces presidente de la Generalitat Francisco Camps y a la alcaldesa de Valencia Rita Barberá.
Tal y como desvela el libro, el duque de Palma tenía claro a quien tenía que dirigirse: "Nos han recomendado que nos dirijamos a la Generalitat Valenciana. Es buena idea, la comunidad va como un tiro, tienen pasta para aburrir y dicen que Camps es fácilmente entrable, comentó Urdangarin". Por ello no dudó en encontrarse con sus dos máximos dirigentes cuando tuvo una oportunidad. Nacía entonces la derivada valenciana del caso Nóos donde, como explica Urreiztieta, Urdangarin consiguió su mayor botín.

Comida en Zarzuela

Los autores relatan que tras una inauguración de la fábrica de Bertarelli —el patrón del Alinghi que tenía que decidir dónde se celebraría la Copa América 2007—, "Don Juan Carlos se llevó a Ernesto Bertarelli en su coche rumbo a Zarzuela. El monarca había convocado a almorzar al jefe de la Copa América, a Francisco Camps y a Rita Barberá".
En el comedor de la Zarzuela, "entre vianda y vianda se fue perfilando el proyecto deportivo más ambicioso que España había acogido desde los Juegos Olímpicos de 1992. El ginebrino estaba encantado de la vida con la hospitalidad y con las facilidades que le estaban dando. No era para menos: Valencia había puesto encima de la mesa todo el dinero que había pedido, existía agilidad en el movimiento de la maquinaria legal y, por si fuera poco, el jefe del Estado estaba personalmente implicado en la aventura, lo cual significaba que saldría adelante sí o sí".
Cuando la comida terminaba, "don Juan Carlos sorprendió a dos de los presentes [Camps y Barberá] con una inesperada petición: —Paco, Rita, si no os importa, id un momento con Alberto [Aza, el jefe de la Casa del Rey], que os quiere exponer un tema". Por supuesto, ambos dirigentes accedieron y se trasladaron a una estancia aledaña en la que les esperaba Iñaki Urdangarin: "¿Qué hace aquí?", se preguntaron.
Aza hizo de introductor: "Iñaki os va a contar el proyecto en el que está trabajando ahora, que es Nóos, un instituto sin ánimo de lucro, porque le gustaría hacer algo con vosotros". Entonces, explican en el libro los periodistas de EL MUNDO, el duque de Palma asumió el peso de la conversación: "Queremos organizar unos congresos para analizar el impacto de los grandes eventos en las ciudades. Y habíamos pensado que, una vez conseguida la Copa América, Valencia es el lugar ideal".
Los mandatarios valencianos asentaron con la cabeza y les facilitaron los móviles a Urdangarin y a su socio Diego Torres.
"La tramitación del proceso fue meteórica, la más rápida de la historia de la Comunidad Valenciana. Tanto la Generalitat como el Ayuntamiento se pusieron las pilas y en septiembre, esto es, dos meses después de la espontánea reunión [...] ambas partes suscribieron el convenio. Al igual que luego sucedería con otras administraciones, se eligió esa figura jurídica que permite hacer con el dinero público lo que a uno le dé la gana, o casi. Un concurso hubiera obligado a abrir el proceso a otras ofertas, lo cual habría provocado la casi total derrota de Nóos, dada su nula experiencia".
Cuenta el capítulo cómo, entre el Ayuntamiento y la Generalitat, abonaron 3,5 millones de euros al yerno del rey. La relación era más que fluida hasta el punto que Urdangarin se creció: "Entraba en el Palau de la Generalitat como Pedro por su casa. Uno de los consellers de la época recuerda que se atrevió incluso a proponer una auténtica locura en forma de proyecto urbanístico: la construcción de un puerto deportivo en la Albufera. No es broma", cuentan los autores.

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