La agresión reabre en Marruecos el debate sobre la inmunidad de los miembros de la familia real
Hafsa Amahzoun, tía del rey Mohamed VI, y sus secuaces interceptaron
el martes por la noche el camión de la petrolera Afriquia a la altura de
la aglomeración de Mrirt, en el Medio Atlas. La huelga de transportes
en Marruecos había dejado a la gasolinera de Hafsa sin una gota de
carburante. El objetivo de la interceptación era obligar al camión
cisterna a rellenar los depósitos vacíos.
El chófer se resistió. No le impresionó que Hafsa, que ronda los sesenta años, fuese la hermana pequeña de Lalla Latifa, la madre del monarca. El combustible que transportaba, argumentó, era para la gasolinera Titrite, en Khenifra, una ciudad de 90.000 habitantes a una treintena de kilómetros de Mrirt.
El camionero aprovechó un descuido del "comando" de Hafsa y salió disparado hasta su destino. "Circuló a más de 110 kilómetros por hora perseguido por unos cuarenta matones repartidos en una decena de coches", afirma al teléfono Mustafá el Addari, presidente de la sección de Khenifra de la Asociación Marroquí de derechos Humanos (AMDH), quien encabeza ahora la protesta ciudadana www.amdh.org.ma. Dos diarios marroquíes narraron el suceso en términos parecidos.
En la gasolinera de Khenifra convergieron a las once de la noche el chófer, Hafsa y sus fieles, el dueño de la empresa Titrite, Abdelghani Labbak, su mujer, Fátima Sabiri, y los gendarmes que llamaron a Afriquia para comprobar quién había comprado el combustible que transportaba el camión.
Cuando los gendarmes emitieron su veredicto, favorable a Titrite, Hafsa y sus hombres, provistos de palos y de armas blancas, la emprendieron contra los cristales de la gasolinera y la vajilla de un restaurante colindante que pertenece a la misma empresa. "Nos pegaron también a los empleados entre los que hay 14 heridos casi todos leves", afirma uno de ellos que prefiere no dar su nombre.
Labbak, el propietario de la gasolinera, instó a su esposa a huir de la trifulca y a refugiarse en la comisaría más cercana. La intervención de esta abogada en la acalorada discusión -"aquí todos los ciudadanos somos iguales ante la ley", espetó a los agresores- había encrespado a Hafsa y sus secuaces.
Fátima Sabiri se puso al volante, pero fue perseguida por Hafsa. Llegó a la comisaría, pero la alcanzaron antes de que entrase y empezaron a golpearla. "Logró por fin franquear la puerta y los policías se apresuraron a cerrarla, pero los fieles de la tía la derribaron al tiempo que rompían los cristales del edificio", prosigue el relato el presidente de la AMDH.
Una vez dentro los agresores le asestaron "a Fátima dos profundas cuchilladas una en el carrillo y otra en la frente", afirma el marido al teléfono. "Ha quedado desfigurada", añade. "Está ingresada en una clínica privada de Meknes y dentro de un tiempo tendrá que ser sometida a una operación de cirugía estética".
"Los policías no intentaron defender a Fátima ni detener a Hafsa y sus esbirros", asegura indignado Mustafá el Addari. "Solo les suplicaban que fueran misericordiosos". "Tras propinarle la paliza se retiraron con total impunidad", concluye.
Al día siguiente Labbak Abdelghani puso una denuncia en Meknes contra la tía y los hombres que la acompañaban a los que pudo identificar. Los letrados de Khenifra, compañeros de Fátima Sabiri, protagonizaron también una protesta en el vestíbulo del palacio de justicia. Se han constituido en acusación particular en apoyo de su colega malherida.
La AMDH convocó además el sábado una concentración en el mercado central de la ciudad [vea las imágenes] para denunciar "la actuación criminal" de Hafsa y sus fieles a la que acudieron entre 3.000 y 4.000 personas, según sus organizadores. "No es la primera vez que comete estos atropellos en Khenifra y hay que pararles los pies", insiste El Addari.
Dos diarios marroquíes, el socialista Al Ittihad al Ichtiraki y el independiente Al Jarida al Oula, han recogido ampliamente la noticia. Ali Anouzla, el director de este último rotativo, ya pidió al soberano en su editorial, en septiembre pasado, que su tío político, Hassan Yacoubi, pudiese ser juzgado.
Yacoubi disparó con su révolver a Tarik Mouhib, un policía de 32 años, que lo interpeló tras constatar que se había saltado un semáforo en la Corniche, el paseo marítimo de Casablanca.
Le hirió en una pierna. La agencia de prensa oficial MAP explicó después que el tío padecía una enfermedad que "provoca una grave degeneración metal", y el asunto fue archivado.
En ambos casos "la ley no ha sido aplicada", se lamentó Anouzla, el sábado, en un nuevo editorial. "Estamos ahora a la espera", ironiza, "de un comunicado [del palacio real] que anuncie que todos los miembros de la familia real, incluidos suegros, cuñados etcétera, están por encima de la ley y que está solo se aplica a los débiles"
El chófer se resistió. No le impresionó que Hafsa, que ronda los sesenta años, fuese la hermana pequeña de Lalla Latifa, la madre del monarca. El combustible que transportaba, argumentó, era para la gasolinera Titrite, en Khenifra, una ciudad de 90.000 habitantes a una treintena de kilómetros de Mrirt.
El camionero aprovechó un descuido del "comando" de Hafsa y salió disparado hasta su destino. "Circuló a más de 110 kilómetros por hora perseguido por unos cuarenta matones repartidos en una decena de coches", afirma al teléfono Mustafá el Addari, presidente de la sección de Khenifra de la Asociación Marroquí de derechos Humanos (AMDH), quien encabeza ahora la protesta ciudadana www.amdh.org.ma. Dos diarios marroquíes narraron el suceso en términos parecidos.
En la gasolinera de Khenifra convergieron a las once de la noche el chófer, Hafsa y sus fieles, el dueño de la empresa Titrite, Abdelghani Labbak, su mujer, Fátima Sabiri, y los gendarmes que llamaron a Afriquia para comprobar quién había comprado el combustible que transportaba el camión.
Cuando los gendarmes emitieron su veredicto, favorable a Titrite, Hafsa y sus hombres, provistos de palos y de armas blancas, la emprendieron contra los cristales de la gasolinera y la vajilla de un restaurante colindante que pertenece a la misma empresa. "Nos pegaron también a los empleados entre los que hay 14 heridos casi todos leves", afirma uno de ellos que prefiere no dar su nombre.
Labbak, el propietario de la gasolinera, instó a su esposa a huir de la trifulca y a refugiarse en la comisaría más cercana. La intervención de esta abogada en la acalorada discusión -"aquí todos los ciudadanos somos iguales ante la ley", espetó a los agresores- había encrespado a Hafsa y sus secuaces.
Fátima Sabiri se puso al volante, pero fue perseguida por Hafsa. Llegó a la comisaría, pero la alcanzaron antes de que entrase y empezaron a golpearla. "Logró por fin franquear la puerta y los policías se apresuraron a cerrarla, pero los fieles de la tía la derribaron al tiempo que rompían los cristales del edificio", prosigue el relato el presidente de la AMDH.
Una vez dentro los agresores le asestaron "a Fátima dos profundas cuchilladas una en el carrillo y otra en la frente", afirma el marido al teléfono. "Ha quedado desfigurada", añade. "Está ingresada en una clínica privada de Meknes y dentro de un tiempo tendrá que ser sometida a una operación de cirugía estética".
"Los policías no intentaron defender a Fátima ni detener a Hafsa y sus esbirros", asegura indignado Mustafá el Addari. "Solo les suplicaban que fueran misericordiosos". "Tras propinarle la paliza se retiraron con total impunidad", concluye.
Al día siguiente Labbak Abdelghani puso una denuncia en Meknes contra la tía y los hombres que la acompañaban a los que pudo identificar. Los letrados de Khenifra, compañeros de Fátima Sabiri, protagonizaron también una protesta en el vestíbulo del palacio de justicia. Se han constituido en acusación particular en apoyo de su colega malherida.
La AMDH convocó además el sábado una concentración en el mercado central de la ciudad [vea las imágenes] para denunciar "la actuación criminal" de Hafsa y sus fieles a la que acudieron entre 3.000 y 4.000 personas, según sus organizadores. "No es la primera vez que comete estos atropellos en Khenifra y hay que pararles los pies", insiste El Addari.
Dos diarios marroquíes, el socialista Al Ittihad al Ichtiraki y el independiente Al Jarida al Oula, han recogido ampliamente la noticia. Ali Anouzla, el director de este último rotativo, ya pidió al soberano en su editorial, en septiembre pasado, que su tío político, Hassan Yacoubi, pudiese ser juzgado.
Yacoubi disparó con su révolver a Tarik Mouhib, un policía de 32 años, que lo interpeló tras constatar que se había saltado un semáforo en la Corniche, el paseo marítimo de Casablanca.
Le hirió en una pierna. La agencia de prensa oficial MAP explicó después que el tío padecía una enfermedad que "provoca una grave degeneración metal", y el asunto fue archivado.
En ambos casos "la ley no ha sido aplicada", se lamentó Anouzla, el sábado, en un nuevo editorial. "Estamos ahora a la espera", ironiza, "de un comunicado [del palacio real] que anuncie que todos los miembros de la familia real, incluidos suegros, cuñados etcétera, están por encima de la ley y que está solo se aplica a los débiles"
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